"Cuarentena: del naufragio a la resiliencia" - Artículo de la Lic. Viviana Hack, docente de la Facultad de Ciencias Humanas
30/06/2020
Artículo escrito por la Lic. Viviana Hack, Docente de Latín y Griego en la Licenciatura en Filosofía, Facultad de Ciencias Humanas de la UCAMI.
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Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define el adjetivo «cuarenteno, na» en su séptima acepción como: «Aislamiento preventivo a que se somete durante un período de tiempo, por razones sanitarias, a personas o animales.» Esta acepción podría figurar como primera en una entrada aparte para el femenino «cuarentena», ya sustantivado por el uso popular. La duración del aislamiento es variable, pero lleva su nombre al menos desde la epidemia de peste negra en Venecia (siglo XVI).

 

Durante el aislamiento preventivo del que estamos procurando salir, la humanidad se ha encontrado frente a frente con sus propias bellezas y miserias. Algunas personas han sido bendecidas por la posibilidad de compartir más tiempo en casa. Otras, entristecidas por la soledad acentuada. Otras, dolorosamente destrozadas por la violencia que encontró en la convivencia forzosa el último golpe para quebrar una relación... o una vida. Silencio desgarrador.

 

En mayor o menor medida, hemos quedado con una sensación de supervivencia al naufragio del mundo que conocíamos, como viendo el hundimiento del ámbito en el que nos sentíamos más o menos seguros, más o menos confortables. Y como náufragos descubrimos que lo indispensable no era precisamente lo que buscábamos, sino otra cosa: en realidad tenemos otras carencias y necesidades.

 

Cual náufragos en una isla desconocida hemos tenido que acostumbrarnos a vivir una nueva realidad. Nuevos hábitos, como el rociarnos con alcohol hidrolizado para entrar a la casa o bautizarnos en repelente para salir. Hemos aprendido a aplaudir agradeciendo cada día por la vida, por la salud, los alimentos y el abrigo no como mera fórmula, sino de verdad, con el corazón. Y a reconocer el trabajo de quienes lo arriesgan todo por los demás.

 

Con nuestras actividades reducidas hemos descubierto un aire más puro, una capa de ozono parcialmente restaurada, aguas menos contaminadas, fauna silvestre en recuperación. Nos agitamos un poco menos, cuidamos un poco más de nosotros mismos, de las personas que nos rodean y de nuestro espacio de convivencia. Quienes seguimos dictando clases o realizando otras tareas a distancia hemos aprendido nuevas habilidades tecnológicas que continuaremos aprovechando cuando volvamos al trabajo presencial.

 

Aprender nuevas habilidades: de eso se trata. De preservar todo aquello que redescubrimos como indispensable: la vida en plenitud, el entorno cuya guarda nos fue confiada desde la Creación, el respeto a las personas, a la libertad, a las culturas, a las religiones, a lo diferente, el respeto al respeto.

 

La resiliencia coloca una denominación reciente sobre una condición ancestral de la humanidad, que viene sobreviviendo a pestes y desastres naturales desde los tiempos del Diluvio. Consiste en aprovechar la fuerza de la caída para tomar impulso y volver a saltar hacia arriba: eso significa re-silio en latín.

 

Este impulso implica necesariamente un cambio de hábitos: despegarnos un poco de las pantallas, dejar de lado el miedo, preocuparnos por la salud de los demás y no solo por la nuestra, agradecer más, pedir menos.

 

El desafío ahora es volver a saltar desde la isla a la que arribamos como náufragos de un modus vivendi que ya no es viable en su totalidad, tomar lo valioso y apartar lo dañino, «entresacar lo precioso de lo vil», en palabras del libro de Jeremías.

 

Saltamos hacia un mundo que cambió, para bien o para mal. Hay mucho para aprender y mucho para construir con las buenas habilidades adquiridas en este tiempo. Porque, como dice el Poema 20 de Neruda: "Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos".