El COVID-19 y la Economía: impacto de la pandemia en las actividades económicas
31/03/2020
Compartimos un ensayo realizado por Facundo Costa de Arguibel, Licenciado en Economía. Docente de la Tecnicatura Universitaria en Traducción e Interpretación en Inglés ? Facultad de Ciencias Humanas - UCAMI.
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La crisis económica provocada por el COVID-19 se ha expandido alrededor del mundo a una velocidad inusitada, y con ello generó gran incertidumbre acerca de sus efectos y duración. Los momentos por los que transitamos no tienen precedentes. El dinamismo con el que la situación avanza y las decisiones que se van tomando son extraordinarias, la facilidad de contagio de la enfermedad ha llevado a las autoridades de los gobiernos a tomar medidas importantes para ─de algún modo─ detener la propagación del virus.

El distanciamiento social tiene por objetivo achatar ─flatten, en inglés─ la curva de infectados para dar posibilidades a que los enfermos sean tratados de la mejor manera posible en el sistema de salud. Para lograrlo, muchos países han adoptado la cuarentena obligatoria que al recluir a las personas dentro de sus casas, evita la circulación del virus y las posibilidades de contagio son mucho menores. La contracara de estas medidas que permiten salvar vidas, es que producen un freno a la actividad económica. Aunque está claro que en esta situación se prioriza la salud de la sociedad.

Sin embargo, hay una gran incertidumbre sobre las consecuencias que pueden traer estas medidas. ¿Cuánto tiempo puede aguantar una economía en estas condiciones? ¿Quiénes son los más afectados por estas medidas y qué alternativas manejan las autoridades del gobierno para paliar la crisis? son algunos de los interrogantes que trata de responder esta nota.

UN REPASO DE LOS EFECTOS DEL COVID-19 EN LA ECONOMÍA

El COVID-19 apareció en escena entre noviembre y diciembre del 2019 en la ciudad de Wuhan de la República Popular de China. La velocidad de los acontecimientos es una de las cosas que más sorprende a las autoridades. El 11 de marzo del 2020 la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia de la enfermedad. Para ese entonces, varios países del globo ya estaban siendo severamente afectados. Actualmente, la crisis del COVID-19 se ha movilizado principalmente por el tránsito interregional de las personas y ya supera los dos millones de personas contagiadas.

La suspensión de las reuniones masivas, el cierre de fronteras y el aislamiento obligatorio fueron las medidas adoptadas por la mayoría de los países para evitar que la enfermedad se disperse por toda la sociedad. Algunas naciones llegaron antes, otras más tarde, pero prácticamente todos han adoptado medidas similares. A diferencia de otras crisis económicas globales ─y en particular de las últimas que ha vivido el mundo─ el COVID-19 tiene su origen en la economía real y no en el sistema financiero. En particular, es un shock de oferta porque los trabajadores no pueden ir a trabajar, porque las cadenas globales de oferta se tensan, y en algunos casos se rompen, y porque las inversiones se detienen ante la elevada incertidumbre. Pero también es un shock de demanda porque tanto las firmas como los hogares e individuos no pueden realizar las transacciones de una manera habitual. Ambas cuestiones se retroalimentan unas a otras.

La mayoría de los negocios se encuentra en una situación muy delicada. Las firmas tienen un tejido de relaciones muy complejo entre trabajadores, propietarios, proveedores y acreedores. La construcción de estas relaciones es de muy largo plazo. La repentina caída de los ingresos producto de las medidas de cuarentena obligatoria y la incertidumbre en los flujos de caja de las empresas complica las relaciones precedentes, y lleva a situaciones de quiebras a muchas de ellas. El quiebre de estas relaciones implicaría que una crisis transitoria como la del coronavirus tenga efecto de muy largo plazo en la economía. Se necesitaría mucho tiempo para reconstruir este tejido. Por lo tanto, las medidas de política económica deberían estar destinadas a aliviar el transito durante esta crisis y aumentar la probabilidad de supervivencia en las empresas más afectadas.

Es evidente que aquellas empresas que tengan flexibilidad en el manejo de sus relaciones, sea porque los proveedores aceptan diferimientos en los pagos, mantienen buena relación financiera con sus acreedores, pueden recortar salarios con ayudas del gobierno o simplemente porque los propietarios pueden afrontar los costos de esta crisis, tienen mayores probabilidades de sobrevivir a este shock temporario de la economía. Pero aquí está la cuestión, es evidente que ninguna empresa hizo previsiones acerca de esta posibilidad y no hay fundamentos para que ninguna de las empresas involucradas quiebre debido a este fenómeno temporario. El objetivo debería ser minimizar el daño en todas las empresas. Pero también es inadmisible que millones de personas se vean repentinamente imposibilitados de acceder a los estándares de vida básicos.

Las medidas de política económica para paliar la crisis buscan atacar estas problemáticas. Parte de los salarios subsidiados por los gobiernos, recortes en la seguridad social, moratorias fiscales, diferimiento del pago de impuestos, créditos blandos y otras alternativas, son algunos de los instrumentos más utilizados. Pero estas medidas deben tomarse con una rapidez en la cual muy pocos países del mundo están preparados para hacerlo. Por ejemplo, para el caso de los programas de asistencia crediticia, también debemos pensar si el sistema financiero está preparado y goza de los incentivos para hacer tales concesiones. En estos momentos, el riesgo de supervivencia de cada firma es muy elevado lo que complica las evaluaciones acerca de las posibilidades de devolución de los préstamos. Pero estas señales que generan las firmas son muy erróneas porque toda la economía está en una situación crítica. Es muy difícil identificar a las empresas que podrán recuperarse luego del shock temporario y sistémico de aquellas que no lo harán. Por eso es importante, que el gobierno genere los incentivos correctos para que los bancos puedan proveer la asistencia financiera a las empresas y evitar un gran colapso del sistema productivo.

LA CRISIS EN LA ECONOMIA ARGENTINA

La economía argentina antes de la crisis del COVID-19 ya se encontraba con una economía muy vulnerable producto de la crisis sufrida en el segundo trimestre del 2018. La debilidad de la actividad económica, una inflación descontrolada y un problema de sostenibilidad de la deuda eran ejes de la coyuntura económica antes de la pandemia. Pero tras estos problemas se esconde un mercado de trabajo muy debilitado con una elevada informalidad. A decir verdad, la crisis no acaeció en un momento oportuno y es probable que su efecto en la economía sea duradero.

La actividad económica hace más de un año y medio que viene golpeada. No registra aumento en los niveles de producción desde mayo del 2018 si se mide en términos interanuales. La actividad de la construcción junto con la automotriz son unas de las más importantes de la economía pero también de las más golpeadas. Las elevadas tasas de interés debido al sesgo contractivo de la política monetaria de la anterior gestión pusieron en aprietos la cadena de pagos de las empresas, y condujeron a un nivel creciente de morosidad en el sistema bancario debido a las dificultades financieras que enfrentaban las firmas para hacer frente a sus compromisos. Este fenómeno se combinó con una generalizada caída en las ventas producto de los deprimidos salarios de los trabajadores. Diversas empresas no pudieron soportar la situación y debieron cerrar sus puertas. Ante esta situación, uno de los mecanismos de ajustes del mercado de trabajo, como tantas otras veces, fue un aumento de la informalidad laboral y el desempleo.

Ante este contexto pre-existente, la crisis del coronavirus trajo más problemas a la tambaleante economía nacional. Las medidas de aislamiento social preventivo y obligatorio implicaron una caída repentina en los ingresos de las empresas afectadas, que se suman a las complicaciones con las que ya luchaban. Desde el punto de vista del tejido de relaciones, las firmas argentinas ya se encontraban lo suficientemente vulnerables debido a la crisis del 2018. Este shock transitorio del coronavirus expone y profundiza su debilidad y afecta en mayor medida a las firmas dedicadas al servicio de turismo, ocio y entretenimiento, y en especial a aquellas que no puedan readaptar sus líneas de negocios a esta situación. Todo el aparato productivo se encuentra en una situación muy delicada. Pero también tenemos que sumar lo que sucede en el mercado laboral. Dado que un segmento bastante importante del mercado laboral se encuentra informalmente, la cuarentena obligatoria significa una pérdida de ingresos repentina y una caída en el nivel de vida de estas personas. Y aún más, aquellos trabajadores de las empresas que no logren soportar el estrés de la crisis y deban cerrar sus puertas no podrán encontrar lugar en el segmento informal de la economía. Este mecanismo de ajuste se encuentra bloqueado en la actualidad.

Pero aquí no terminan los problemas, porque la caída de la actividad producto de las medidas sanitarias conlleva una disminución de los ingresos que el sector público pueda obtener de la actividad económica. Anteriormente mencionamos que el rol del Estado es fundamental para conducir a través de la difícil coyuntura de la crisis económica del COVID-19. Sin embargo, el Estado argentino a diferencia de la mayoría de los gobiernos de los otros países está inmerso en una renegociación de la deuda pública que complica el poder de fuego con el que cuenta. Argentina no tiene más remedio (como tanto otros países) que emitir dinero para financiar el mayor gasto público derivado de las medidas de contención de la crisis. Pero su situación también difiere en los niveles de inflación registrados. Por tanto, el contexto es lo suficientemente complicado.

Asimismo, con un sistema financiero poco desarrollado –uno de los más bajos de toda la región latinoamericana─ y una inclusión financiera escasa, las perspectivas para las firmas no son buenas. Las diferentes líneas de crédito adoptadas por el gobierno para ayudar a paliar la crisis que enfrentan las firmas tuvieron escasa transmisión en los bancos. Si estas medidas de alivio financiero no se vuelvan efectivas con rapidez, se pone en riesgo la supervivencia de muchas Pymes que ya se encontraban en dificultad en todo su tejido de relaciones al entrar a la cuarentena obligatoria.

Desde cualquier situación en la que analicemos el problema observaremos su gravedad. Son tiempos difíciles para toda la sociedad argentina, y en particular para aquellos trabajadores informales y empresarios de Pymes que viven una incertidumbre extrema en cuanto a su futuro. Es momento de contribuir desde el lugar de cada uno para morigerar el efecto de esta crisis.